La fascinante historia de la fábrica Casaramona en Barcelona

Un encargo en llamas: el inicio del proyecto
A principios del siglo XX, un incendio arrasó con la fábrica de Casimir Casaramona en la calle de la Riereta. Como era de esperarse, esto dejó a Casaramona en busca de un nuevo hogar para su negocio. No fue cualquier encargo, ya que Casaramona buscaba algo más que paredes y techos: quería una fábrica modelo.
Egipto y las momias en CaixaForum
Ahí es donde entra en escena Josep Puig i Cadafalch, un arquitecto muy reconocido en el ámbito del modernismo catalán. La tarea de Puig i Cadafalch no era simplemente reconstruir, sino crear algo que tranformaría el paisaje de Montjuïc.
» width=»800″>Tourists visiting the Casaramona modernist building built in 1909 in Montjuic hills
Un diseño revolucionario
La nueva fábrica en Montjuïc no era una simple copia de la anterior. Puig i Cadafalch diseñó un complejo horizontal que otorgaba versatilidad al movimiento de mercancías. Este diseño, que incluía calles internas con doble función de cortafuegos y vías de transporte, se convirtió en un emblema de la innovación industrial de la época.
Añadiendo aún más a su eficacia, el edificio se alimentaba de energía eléctrica, dejando atrás el uso de chimeneas. Y por si fuera poco, dos impresionantes torres actuaban como depósitos de agua, aportando un avanzado sistema de protección contra incendios, sumando seguridad al lugar.
Detalles que marcan la diferencia
La elección de materiales no fue al azar. El uso de ladrillo visto transmitía una sensación de pureza y limpieza que, combinado con los elementos de hierro forjado y cerámica, daba vida a la arquitectura del lugar. Una atmósfera que cuidaba tanto la apariencia como la funcionalidad del entorno de trabajo.
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Además, el juego de luces y alturas no solo embellecía el lugar, sino que aseguraba un ambiente saludable para los trabajadores. Ventanas amplias y techos elevados permitieron que cada rincón estuviera bañado en luz natural, una característica vital para un entorno de trabajo óptimo.
Tropezones y transformaciones: la historia inconclusa
La fábrica abrió sus puertas en 1913 con mucho entusiasmo y reconocimiento. Sin embargo, no todo fue viento en popa. Después de la huelga general de 1919, el negocio entró en una espiral descendente que lo llevó a cerrar sus puertas en 1920.
A pesar de este contratiempo, la estructura no quedó en el olvido. En 1929, la Exposición Internacional la utilizó como almacén. Pero antes de transformarse por completo, el edificio pasó por varias fases. Durante décadas, desde los años 40 hasta los 90, la nave fue base para las caballerizas y parque móvil de la Policía Nacional.
En 1976, la declararon bien de interés cultural. Sin embargo, esto no evitó que el tiempo y el desuso sometieran el lugar a un deterioro gradual.
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Una segunda vida: el renacer cultural
La Fundación “La Caixa”, decidida a devolver el esplendor al edificio, adquirió la fábrica para transformarla en un centro cultural: CaixaForum Barcelona. La restauración se dividió en varias fases que velaron por preservar la esencia original del recinto.
La primera fase, dirigida por Francisco Javier Asarta, fue crucial. Se recuperaron los elementos característicos, como los detalles en piedra, ladrillo y hierro. Además, eliminaron adiciones que atentaban contra la imagen original. La colaboración de arquitectos como Roberto Luna y Robert Brufau, así como las innovaciones de Arata Isozaki, dieron frutos en la creación de un espacio multifuncional.
Un asombroso legado
Hoy, el CaixaForum se destaca no solo como centro cultural, sino como un ejemplo de rehabilitación arquitectónica. La presencia de obras emblemáticas, como el mural de Sol LeWitt y la nube de neón de Lucio Fontana, convierten al lugar en un enclave de inspiración y aprendizaje.
La fábrica Casaramona es, sin dudas, un testimonio silente de la era del modernismo industrial catalán. Pese a los cambios y desafíos, su esencia sigue iluminando las faldas de Montjuïc, recordándonos que incluso un edificio puede contar historias fascinantes sobre el pasado y el presente de una ciudad tan viva como Barcelona.
Carrer de Mèxic, 36, Sants-Montjuïc, 08004 Barcelona, España

Una iglesia que transformaba vidas en el corazón de Barcelona

La historia detrás de Santa Anna
En el bullicioso Barrio Gótico de Barcelona, se encuentra la encantadora iglesia de Santa Anna, un lugar que ha visto pasar siglos de historia y que lleva en sus cimientos el eco de un pasado glorioso. Su origen se remonta al siglo XII, vinculada a los Canónigos Regulares del Santo Sepulcro. No es solo su arquitectura lo que la convierte en un emblema, sino su capacidad de adaptarse y permanecer relevante en la vida moderna.
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Con su claustro y sala capitular, la ermita románica se ha ganado el reconocimiento como Monumento Nacional y Bien de Interés Nacional. Pero más allá de sus méritos arquitectónicos, Santa Anna ha cobrado nueva vida como un refugio de humanidad en medio del ajetreo urbano.
Un refugio moderno en un entorno histórico
En un gesto que va más allá de la mera conservación histórica, Santa Anna abre sus puertas a aquellos sin hogar, ofreciéndoles no solo alimento y alojamientos temporales, sino también un espacio de dignidad y respeto. Este esfuerzo, calificado como un “hospital de campaña”, busca mitigar la despersonalización que a menudo acompaña a las grandes ciudades y a sus políticas de gentrificación.
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El diseño no simplemente responde a necesidades materiales inmediatas. Es un proyecto social y humano, que acoge especialmente a quienes enfrentan las mayores dificultades. En esencia, representa una cálida bienvenida para todos los que buscan refugiarse del frío de la calle y la frialdad humana.
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La Capilla de los Perdones: una reflexión sobre la soledad
Dentro de Santa Anna, la Capilla de los Perdones ofrece un espacio de reflexión sobre uno de los problemas más acuciantes de nuestra era: la soledad. Muchos que acuden aquí cargan el peso de esta “herida grave de las grandes ciudades”.
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El enfoque de Santa Anna no es tanto solucionar problemas al instante, sino propiciar una relación personal de escucha activa. Crear un espacio de reciprocidad donde, aunque no siempre se solucionen los problemas, se rompan barreras y prejuicios.
Integración y comunidad
La integración se erige como un concepto central en la misión de la parroquia. El desafío es doble: superar la fragmentación social y facilitar la comunión entre comunidades diversas. Aquí, los creyentes y los sin techo comparten mesa, coexistiendo con turistas que se encuentran con una Barcelona que va más allá de sus postales.
En Santa Anna, el encuentro no tiene lugar solo a nivel espiritual o caritativo; es un intercambio cultural y humano, donde se busca el conocimiento y la convivencia genuina con quienes viven en la vulnerabilidad.
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Estructura y organización del hospital de campaña
El corazón de esta iniciativa recae en un equipo de dirección que coordina las actividades. Con reuniones quincenales, este equipo reúne a voluntarios y, ocasionalmente, incorpora profesionales para enriquecer el enfoque.
La promoción personal constituye otro aspecto vital. Santa Anna alienta a cada persona a desarrollar su potencial, facilitando su crecimiento integral y espiritual. Esta promoción no solo evalúa necesidades, sino que busca caminos donde las personas puedan contribuir a su comunidad.
Una escultura que impacta al corazón
Al entrar a la iglesia, los visitantes se encuentran con la estatua “Jesús homeless”, una obra conmovedora de Timothy Schmalz, que visualiza a Jesús durmiendo en un banco, simbolizando la invisibilidad de las personas sin hogar. Es un recordatorio visual del mensaje humanitario que Santa Anna está dispuesta a transmitir al mundo.
La colaboración con el Hospital Sagrat Cor
En una impresionante muestra de colaboración, la iglesia se convierte nuevamente en un hospital de calle. Especialistas del reconocido Hospital Sagrat Cor se unen a la parroquia para brindar consulta médica a los sin techo. Esta alianza es una expresión poderosa de cómo diferentes actores de la sociedad unen fuerzas para los más necesitados.
Otorrinolaringólogos y cirujanos son solo algunos de los que aportan su experiencia médica, aumentando el alcance de esta noble iniciativa en su quinta edición.
En definitiva, la iglesia de Santa Anna no es solo un lugar de culto, sino un santuario de humanidad, un faro de esperanza para aquellos que buscan un sentido de pertenencia y dignidad en el trajín de la vida urbana. Su legado arquitectónico se fusiona con un legado más grande, el de transformar vidas con calor humano en el frío asfalto de Barcelona.
Carrer de Santa Anna, 29, Ciutat Vella, 08002 Barcelona, España

Descubre la serenidad de los jardines de Joan Maragall

Un refugio verde para el alma
En pleno bullicio de la ciudad, los jardines de Joan Maragall se alzan como un remanso de paz y belleza. Es como entrar a un reino de tranquilidad, un oasis donde los únicos sonidos que se perciben son el canto de los pájaros y el murmullo del agua que fluye suavemente de las fuentes ornamentales. Este lugar parece sacado de un cuento real, y no es casualidad, ya que fueron diseñados para el disfrute de un rey en los albores del siglo XX.
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Entre avenidas arboladas y extensas áreas de césped, se despliega un sendero de esculturas al aire libre. Estas obras tienen como telón de fondo el majestuoso Palacete Albéniz, una joya arquitectónica que sigue siendo residencia real. Los jardines no solo son un regalo para la vista, sino también un espacio que invita a relajarse y dejarse llevar por su serenidad.
Historia entrelazada con realeza
Los jardines se originaron a partir del diseño visionario del paisajista Jean-Claude Nicolas Forestier. Fueron esbozados alrededor de un pabellón real, construido para la Exposición Internacional de 1929 en Montjuïc. El pabellón sirvió a Alfonso XIII como espacio para recepciones y también como un lugar de descanso.
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El propósito dual del palacete refleja no solo la grandeza de los eventos internacionales de aquella época, sino también la necesidad de crear un entorno que emane calma y esplendor. La historia del lugar está profundamente ligada a la realeza, y eso se refleja hasta en el último detalle del diseño.
Riqueza en biodiversidad
La vegetación de estos jardines es tan rica como su historia. Alberga una gran variedad de especies que son un vivo testimonio de la jardinería del siglo pasado. Destacan los tilos y las imponentes coníferas, entre las que se encuentran ejemplares del cedro del Himalaya, el cedro del Líbano, el pino piñonero y el ciprés de Monterrey, por mencionar algunos.
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Cada árbol, cada planta parece contar una historia que remonta a principios del siglo XX. Los jardines no solo son un lugar de asombro por su belleza, sino también por el frondoso paisaje que invita a perderse entre sus senderos en cualquier momento del año.
Paisajismo: cuando el arte se ve en la naturaleza
Uno de los elementos representativos es la gran explanada que saluda al visitante desde la fachada principal del Palacete Albéniz. Flanqueada por escalinatas que descienden grácilmente desde la terraza del edificio, la conjunción de estos elementos arquitectónicos convierte el jardín en un espacio escénico y teatral.
Pantalla Barcelona: cine bajo las estrellas
El juego de estanques con surtidores y cascadas compite en belleza con los largos parterres de broderie que rodean el entorno. El diseño no es solo atractivo a la vista; piensan en la transición natural de una zona a otra, permitiendo que el visitante pase de la calma de un parterre a la majestuosidad de una fuente con rapidez.
Arte y arquitectura: un legado para admirar
El antiguo pabellón real, hoy el Palacete Albéniz, se mantiene como una joya neoclásica de la arquitectura, obra del arquitecto Joan Moya. Construido originalmente en 1929, el edificio fue sometido a una importante ampliación y remodelación en 1970. La armonía entre estructura y entorno natural lo convierten en una pieza central que domina los jardines pero nunca los opaca.
Este palacete, a través del tiempo, ha albergado momentos históricos y sigue siendo un símbolo duradero de la rica herencia cultural de la ciudad. Su estructura evoca una sensación de grandiosidad y calma que resuena en cada rincón de los jardines.
Un espacio personal para conectarse y desconectar
Visitar los jardines de Joan Maragall ofrece la oportunidad única de desconectar del ritmo frenético de la ciudad y conectarse con un entorno de rara belleza y tranquilidad. Desde sus orígenes hasta el presente, los jardines encierran un encanto que permite al visitante experimentar una comunión auténtica con la naturaleza y el arte en un mismo espacio.
Este lugar, lleno de historia y naturaleza, sigue ofreciendo un refugio de serenidad que invita a todos a explorar, reflexionar y disfrutar.

Un paseo inesperado por el cementerio de Poblenou

El cementerio de Poblenou en Barcelona es un lugar fascinante, repleto de historias ocultas y leyendas urbanas. A pesar de la solemnidad de su entorno, este sitio ofrece una mirada única a las vidas pasadas de la ciudad. Se puede considerar un pequeño museo al aire libre que alberga tendencias artísticas y urbanísticas de épocas pasadas. Como si de un libro de historia se tratara, las tumbas y panteones narran cuentos de famosos y desconocidos, que por alguna razón han logrado eludir las garras del olvido.

el origen de un cementerio icónico
El cementerio de Poblenou se destaca por ser el primer recinto moderno de Barcelona dedicado a fines funerarios. Fue diseñado por el arquitecto italiano Antonio Ginesi, quien lo reconstruyó en 1819. El cementerio original fue arrasado por las tropas napoleónicas en 1775. Este diseño posterior seguía un estilo neoclásico, y el espacio emanaba un aura de orden e igualdad. Las columnas en la entrada, con figuras mitológicas que las coronan, son su firma característica.
Históricamente, los lugares de entierro se encontraban cerca de las iglesias o en pequeños cementerios parroquiales. Pero el cementerio de Poblenou marcó un punto de inflexión, al ser construido más allá de las murallas de la ciudad. Curiosamente, en ese tiempo, los terrenos cercanos a la playa donde se encuentra eran poco habitados.
la icónica estatua del beso de la muerte
Quien visita este cementerio no puede dejar de notar la escultura más emblemática del lugar: el *Beso de la Muerte*. Esta estatua está inscrita con versos del ilustre poeta Jacint Verdaguer. La familia de Josep Llaudet, un joven fabricante textil, ordenó su elaboración tras su fallecimiento. Aunque su autoría exacta sigue siendo un misterio, la pieza es una obra maestra que simboliza la aceptación serena de la muerte, representándola como un aliado en el descanso eterno.
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sepulcros de prestigio y panteones imponentes
Además de su arte funerario, Poblenou alberga un área dedicada exclusivamente a la burguesía adinerada, creada en 1894 por el arquitecto Joan Noalla. Este espacio es un despliegue impresionante de panteones y esculturas que denotan el prestigio y el poder económico de sus dueños. Entre los vecinos más ilustres del cementerio se encuentran figuras como el banquero Evaristo Arnús de Ferrer, el abogado y primer alcalde de la ciudad José Mariano de Cabanes i de Escofet, y la célebre familia de Mary Santpere.
el santet de Poblenou, una historia de fe y devoción
Sin embargo, la tumba más popular no pertenece a la realeza de la ciudad. Es la de un hombre joven llamado Francesc Canals i Ambrós, mejor conocido como el “Santet de Poblenou”. A sus 22 años y de origen humilde, Canals fue muy querido por sus vecinos. Su historia cobra vida gracias a los relatos de sus *sueños premonitorios*, uno de los cuales se centró en un incendio futuro en una famosa nave barcelonesa.
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Este relato, junto con la creencia popular en su capacidad de realizar milagros, ha dado lugar a un culto en torno a su figura. Tanto que en 1908, el Ayuntamiento de Barcelona vio necesario trasladar su tumba a un área más accesible debido a la gran cantidad de devotos que la visitaban. Incluso hoy, la lápida del Santet se llena de ofrendas y cartas, testimonio de una fe que cruza el umbral de la muerte.
el auge del necroturismo en Barcelona
A medida que el necroturismo o turismo de cementerios cobra fuerza, la rica historia del cementerio de Poblenou lo ha convertido en un destino popular. El Ayuntamiento de Barcelona, consciente de este interés, ofrece rutas guiadas por sus cementerios, también abarcando el de Montjuïc. Los visitantes pueden adentrarse en el pasado de la ciudad, descubriendo historias y monumentos que han resistido el paso del tiempo.
Este singular necroturismo permite admirar el arte escultórico y conocer personajes que deambulan por las páginas menos conocidas de la historia barcelonesa. Poblenou cobra vida a través de sus narrativas eternas, donde cada tumba y cada sombra cuenta un relato único.
Carrer de Carmen Amaya, 69, Sant Martí, 08005 Barcelona, España

La historia secreta del Palauet: modernismo, amor y lujo

El modernismo en Barcelona es un mundo de detalles que susurra historias a través de sus paredes, techos y balcones. Uno de esos rincones que ofrece más de lo que muestra a simple vista es el palauet ubicado en el número 113 del Passeig de Gràcia. Diseñado en 1906 por el renombrado arquitecto Pere Falqués i Urpí, este edificio es un ejemplo clásico del modernismo catalán que se convierte en poesía arquitectónica y amor escondido.

El origen de una joya modernista
El palauet, antiguamente conocido como Casa Bonaventura Ferrer, es una creación mágica de Falqués. Él, en un mismo año, también dio vida a las farolas del Paseo de Gràcia, conocidas cariñosamente como Bancs-Fanals. Este edificio se distingue por sus esgrafiados de mariposas y tréboles, balcones hechos con hierro forjado que añaden un toque sinuoso al conjunto, y los 57 techos cuidadosamente catalogados.
El Passeig de Gràcia no era solo un paseo para esta familia; era parte integral de su estilo de vida burgués. Doña Bonaventura Ferrer solía detenerse frente al edificio y perderse en sueños despiertos, imaginándose admirando la ciudad desde los superiores balcones modernistas.
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Un regalo de amor en forma de edificio
Detrás de esta imponente estructura modernista se esconde una historia de amor excepcional y discreta. Josep Matheu Mercader, un respetado miembro de la burguesía catalana, protagonizó un gesto de amor eterno al comprar el admirado edificio para su esposa. La historia, descubierta años después en un pergamino escondido dentro del inmueble, cuenta este emocionante detalle en forma de poesía.
El edificio fue rebautizado como Casa Bonaventura Ferrer en honor a su esposa. Esta espectacular adquisición no solo significaba un cambio de residencia, sino una escalada social significativa para la familia.
De residencia familiar a hotel de lujo
El palauet funcionó inicialmente como la residencia de la familia Matheu y Ferrer, quienes transformaron su segunda mitad en seis Royal Suites exclusivas. Una de ellas, la 1906, sirvió como un espacio íntimo y familiar para hospedar a clientes internacionales de su negocio textil. La familia convirtió el edificio en una especie de palacio de ensueño, lleno de salas de exposiciones, espejos y vidrieras hipnotizantes.
Hoy, el edificio respira una nueva vida como Palauet Living Barcelona, un hotel de lujo que mantiene el legado y esencia de su origen modernista. Aunque restaurado, conserva tesoros del pasado, como trabajos de ebanistería y vidrieras ornamentales, habiendo sido reconocido en 1979 como Patrimonio Histórico-Artístico de Barcelona.
Una parada obligatoria en el corazón de Barcelona
Más de un siglo después de su edificación, el palauet se mantiene como un ejemplo del esplendor del modernismo. La fascinante interacción de piedra e hierro que vemos en este edificio encapsula parte de la historia de Barcelona, rebosante de detalles que ofrecen un vistazo al período de auge del Passeig de Gràcia, que pasó de ser un simple camino polvoriento a convertirse en un codiciado objeto de deseo para la clase burguesa durante el siglo XIX.
Al caminar por este icónico paseo, uno no debe perderse el esplendor escondido del palauet. Aunque su fachada de piedra pueda pasar inadvertida entre otras mucho más ostentosas, cada elemento, desde sus balcones hasta sus trabajos en hierro, dialoga con la naturaleza, un sello del estilo modernista en el que se inspira este edificio. Este rincón de Barcelona no solo evoca una época de lujo, sino que guarda en sus entrañas historias de amor aún por descubrir.
En resumen, el palauet es más que un hotel de lujo; es un testamento del arte, el amor y la historia que impulsa a Barcelona a lo largo de sus calles modernistas. Un deseo cumplido, una historia de amor convertida en piedra y hierro, que trasciende el tiempo y celebra la riqueza del legado cultural de la ciudad.

El Palauet Barcelona

Pg. de Gràcia, 113, Gràcia, 08008 Barcelona, España